El Maltrato Invisible

Queremos nuestros perros. Forman parte de nuestras vidas, hacemos sacrificios para ellos, renunciamos a algunas actividades para no dejarles solos, les compramos comida y accesorios de calidad, cuidamos de ellos. Recogemos sus cacas, les hacemos lavar, examinar y curar, acechamos la más mínima señal de malestar y actuamos para arreglar la incomodidad. Así que somos buenos dueños. Sin embargo, puede que perdamos el sentido de la medida.
Convencidos de darles la entrada a la felicidad, abrigándoles de ropa, de perfumes, convidándoles a nuestra mesa, sobre nuestras rodillas, en nuestras camas, haciéndoles compartir nuestras experiencias fantasiosas (capilares y indumentarias aquí), olvidamos que les conducimos de hecho a las antípodas de su vida, de sus ganas y de sus necesidades de perros. Desmesura y desnaturaleza.
Pues este amor rima a veces con desmesura a la medida humana, y desnaturaliza el perro. Es por cierto esta incomprensión que puede estar al principio de:
- mordeduras (lavados demasiados frecuentes, brutales o interminables irritan los perros y llegan a ser inclusos dolorosos),
- auto-suciedades (el perfume no es apreciado por el perro y neutraliza su olor, que procura reconstruir rozándose con marcas olorosas más agradables a su morro),
- destrucciones (a estar demasiado mimado y rendido dependiente afectivamente, se vuelve angustiado por la más mínima sensación de abandono),
- comportamientos anormales con los congéneres (los cambios morfológicos como el corte de cola y de orejas recortan los códigos de comunicación de los animales) o con los humanos (el sofá, la cama... se vuelven propiedades del perro)...
Y peor que todo, estas interpretaciones aplazadas van hasta llevar a la pena doble para el perro: abandono, tratamientos a ultranza (los antidepresivos existen también para ellos)... ¡e incluso eutanasia! Para más adaptarse a la especie canina, les propongo pensar en algunos comportamientos que imponemos a nuestros perros con buenafe. Intentemos inmiscuirnos en su cabeza para comprender lo que viven. Atención, estas interpretaciones son antropomorfismos flagrantes y simplistas pero el objeto de este ejercicio siendo imaginar las consecuencias de nuestros comportamientos para nuestros perros, debe poder inducirnos a un otro enfoque de nuestros compañeros. Quizás el lector entendirá, entonces, lo que los comportamentalistas llaman “las violencias invisibles”.
La situación Lo que piensa el dueño Lo que eso significa para el perro
El macho monta a un otro macho. ¡ Es un obseso sexual !
Intenta reprodurcirse con un otro macho.
El que está montando afirma su dominación sobre el que está abajo.
La perra tiene un magnífico abrigo de piel rosa con perlas de todos colores y un gran corazón cosido sobre su collar. Está magnífica mi perra, es la más guapa del barrio y sabe hasta que punto la quiero... La perra tiene calor. Ya no puede expresarse con sus congéneres por sus instrumentos habituales de comunicación. Se pregunta si los otros perros la reconocerán como una de ellos.
La perra está perfumada. Este perfume me costó muy caro, ¡pero la quiero tanto que vale bien eso! ¡Y además no puede que apreciar el delicioso olor como yo! Su olor está truncado. Todos los otros perros la evitan o la agreden, ya no consiguen identificarla.
El perro es el campeón de los ringes, obedece como ningún otro perro. Le adiestré como un profesional, este perro, le domino. El perro piensa: “¡Vale! Quiere que muerda al señor, muerdo al señor. Quiere que salte un obstáculo, salto su obstáculo. Está bien porque nos divertimos pero en casa a pesar de todo es yo que decide.”

¿Ya intentó complacer a su perro? ¿Y no consiguió saber lo que complace a él? “Se obstina en ser un perro aunque su dueña quiere hacer de él un caballero”. Proyectamos sobre nuestros compañeros lo que querríamos para nosotros (comodidad, belleza, a veces lujo, estar de moda, etc.) sin siempre imaginar sus necesidades reales, a veces reduciéndoles a “peluches distinguidos sin pulsión fuera de lugar” (extracto de “La Elegancia del Erizo” por Muriel Barbery).
Transformar su naturaleza, su morfología, su firma olfativa, sus códigos sociales es una forma de maltrato invisible (invisible puesto que no intencional), ya que ya no tenemos en cuenta la realidad del perro pero imponemos la nuestra. Sean que sean nuestras costumbres de vida que salpican a él, nuestro amigo nos observará siempre a través de sus preocupaciones de perro. Teniendo conciencia de nuestras diferencias y respetándoles, le regalamos toda la felicidad del mundo... del perro.

Reimpreso con permiso del autor : Laurence Bruder Sergent www.comportement-canin.com